Ana Cerón
Iconos de placer — eBook
Iconos de placer — eBook
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Iconos de placer nació como una conversación íntima conmigo misma y con quien lee: textos breves donde el cuerpo, los sentidos y hasta lo cotidiano toman la palabra. Aquí hablan una caricia, la espalda, la luna llena, una tina, una cicatriz… detalles simples que abren caminos de ternura, deseo y autoconocimiento, sin prisa ni estridencias. Lo pensé para leerse a sorbos: antes de dormir, al amanecer, o cuando quieras volver a ti. Si te acompaña, ya cumplió su propósito.
Ana Cerón
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Reseñas del libro
Roberto López Moreno - Poeta, narrador y ensayista
Hubo una flor de fósforo en la vieja leyenda inalcanzada. ¿En qué medida Ana Cerón oficia en el centro de la gozosa herida? ¿la que quema? Ana Cerón , descubriremos el secreto del procedimiento, dinos cómo se llega al vértice de esa simetría en la que el fuego se convierte en suavidad de piel, en el estar en la seda del latido, así; dulce, tiernamente, como quizá despierta desde ayer el ábrara que nos construyó presintiéndonos cuando nacimos mundo. .'
Hay la fuente de fuego que la sed sacia. En ella descendamos a la gloria verdadera, la que laberíntica concita el milagro de la carne, la que luz nos mide, milímetro a milímetro dimensión universal desde el latido. Descendamos pues por los secretos de esa fuente, alfaguara de semillas fulgurantes con las que el borbotón canta sus desbordados himnos. Entre más al vientre dé la lumbre mayor purificación al alma, calcinación al cuerpo, vivac para los sentidos.
Ana Cerón nos pone hoy en las manos la cosecha de su arquitectura, su edificio de palabras palpita con la fuerza primaria de la esencia.
Son cuarenta estadías de los íntimos estremecimientos, cuarenta leyendas de la leyenda que construyen un índice en el que se pueden sumar las partes y las artes de la carne. Delicado el tratamiento, fino el discurso, suave el cauce, más verídico siempre el: verbario de la tal leyenda. Los editores hablan de formas exquisitas, finas e ingeniosas, la autora las construye, ingeniera de los vuelos de la toda imaginación.
Iconos de Placer se titula el catálogo de las sensualidades. Y el ojo y el oído y la imaginación y el alma acuden jubilosos al ágape de los deslumbramientos. "Dicen que soy como una ola de seda" canta la tónica para que la dominante responda: en la orgía de platabandas: a mi litoral llega el mar, con sus eternas ondulaciones" y la subdominante (democrática tercera de los trovadores) cierre la propuesta del tridón armonico “soy la geografía viva del placer". La letra está cantando en alto.
Verbo y gracia del verbo, verbo en gracia, gracia de la verbal corola que obliga aquí a ceñirse el verbigraciar de Ana:
Parados sobre la tela, los amantes se besan despacio. El viento alborota los cabellos de las cabezas que se mueven de un lado a otro al ritmo de los besos. Las manos despojan de las ropas a los cuerpos desnudos color canela; y sin dejar de besarse, bajan lentamente hasta la tela en donde se recuestan, frente á frente. Muslos hombros, torsos, pechos, flancos, cinturas, caderas, vientres, ombligos, acariciados por los dedos que viajan, como cardúmenes en la superficie y provocan un mar de sensaciones.
Con una agitación profunda y latente, nena de sensualidad, como la ola que se alza súbitamente del fondo del mar, uno de los cuerpos trepa sobre el otro; y al compás de las olas embravecidas entrega su pasión, llena de ansia.
"Evoca la autora el cantar de los cantares, canta en la vasta cantidad del canto; canta Cerón cantoliquida; canta Cerón cantilampara; canta cantaespérmica, canta cantivástida; cantiflujo, cantifluido, cantidándose y es el suyo un canto de las sensualidades en el que lúbricos y lubricantes en el que lubricos y lubrilcantados nos reconocemos todos.
Iconos de Placer, es el libro del mandato; la naturaleza escribe su orden. La hoja eterna es memoria y testamento. Estamos en la humeda cavidad nocturna, en la arrogante erección del d¡a, en la electricidad de los imanes, en el intimo complemento de volúmenes y oquedades de cuyos contactos la comburencia nace.
Ensayemos a venirnos hasta el limpido corazón del fuego. Ana Cerón es ahora la sacerdotisa del acto sustancial y salomónico. Nadie se quemará dos veces en la misma lumbre, por eso, con ella, otra vez de la sagrada llama, nos estamos inventano hoguera. Iconos de placer. Latido eterno.
Roberto López Moreno
Guadalupe Lizárraga - Escritora y periodista
La literatura escrita por mujeres, en sus diferentes géneros, está empujando hacia una nueva rama, que no hace mucho era impensable que se diera. Me refiero a ese conjunto de construcciones literarias que nos hablan de sexualidad y erotismo, desde una mirada femenina, no feminista. En otras palabras, hoy se está dando una relación explícita entre la mujer que escribe y el reino de lo sexual y lo erótico. Se trata de una visión desprejuiciada de la creatividad femenina. Como una forma de reestablecer una relación espontánea entre el yo-autora y el ello-erótico. No es que se escriba sólo para mujeres como si se tratase de un ghetto literario o un apartheid del erotismo, porque vivimos una sociedad opresora y sexista. No. Esta nueva relación de la que hablo es la mujer escritora frente a lo sexual, en experimentación plena del erotismo, sin ruborizarse, sin censurarse. Por el contrario, se trata de una exploración de nuestras autoras contemporáneas en un tema que en la literatura, y ya sabemos que en muchos otros campos más, ha sido castigado y reprimido, en cualquier forma que se nos presente. Aquí, sin rebuscadas metáforas, sin laberintos lingüísticos que escondan el verdadero sentido de lo que se quiere decir, Iconos de placer es producto de esta relación: la escritora, Ana Cerón, y el erotismo.
La autora apuesta a una creatividad peculiar en la concepción global del libro, este tinglado lúdico de palabras cargadas de sensualidad que en su universo nos componen nuestro mundo erótico, (una nariz, la espalda, los labios, la lengua) pero que en la vida cotidiana los pasamos inadvertidos. Más aún, la autora no sólo juega con los sentidos ni con las partes del cuerpo femenino que son foco de atención para una mirada masculina libidinosa. Va más allá todavía. En primera persona o de manera indirecta, hace hablar a los objetos que siempre están cerca de nosotros en un momento de placer: una tina de
baño, una copa de vino, las sábanas.
Iconos de placer es una voz activa de sensualidad que nos permite reparar en todo aquello que nos rodea cuando experimentamos el placer sexual. La percepción literaria femenina con la que está construido el libro, no altera el rol social en el que está tradicionalmente ubicada a la mujer. Pero, la osadía de la autora radica en revelarnos poéticamente el mundo erótico que como sociedad hemos construido con iconos, con símbolos, con signos. De manera tal que pensar en una copa de vino y unas sábanas nos remite de inmediato al placer sexual. O una espalda desnuda nos despierta la libido. Estos son parte de los iconos, de los símbolos, que nuestra mente asocia con el placer y que la autora presenta lo femenino no como víctima, sino desde la perspectiva del rol de la mujer como figura que fomenta bienestar, pero que también lo recibe.
Iconos de placer es un recorrido exploratorio: implícito, por las relaciones íntimas. Explícito, por el erotismo entre un hombre y una mujer que tienen conciencia del placer que se proveen uno a otro. Felicidades a la autora por su apuesta literaria audaz y creativa.
Guadalupe Lizárraga
Rosa Ma. González Ramírez - Iconógrafa
En menos de cien páginas el libro de Ana Cerón Iconos de Placer, nos presenta un amplio catálogo de nuevas y profundas experiencias. Este librito nos brinda una sinfonía de sensaciones.
En brevísimos textos logra construir imágenes perfectas y precisas, pues Ana echa mano hasta del más mínimo, leve e inesperado elemento de su entorno para orquestar ingeniosos y sutiles juegos que recorren caminos y veredas que desembocan siempre en el placer y el goce.
A pesar de que en su libro no encontramos imágenes, que deleiten nuestra vista, nos dirige y obliga a construirlos, y si nos dejamos conducir por las rutas que nos traza, abruptamente nos encontraremos como insólitos observadores, mirando desde la perspectiva de una burbuja, una tina de baño, de una caricia, de una copa de vino, de un
beso, o desde los pies o desde el cabello o contemplando la maravillosa danza de las cerezas.
De la mano de su narración, nos transformamos en objetos diversos o fenómenos meteorológicos, como puede ser un suave viento, una caricia o la lluvia desde donde nos ubicamos para espiar a los amantes y vivir junto a ellos su ardorosa pasión.
Ana nos narra, de manera insólita, cómo una sabana goza al contacto con nuestra piel, o cómo las gotas de agua disfrutan al entrar en nuestra boca. Nos enseña que podemos encontrar placer y felicidad en nosotros mismos, sólo es cuestión de darnos la oportunidad de escuchar nuestros sentidos, o despertarlos si están amodorrados. Nos dice cosas que de alguna manera ya sabemos: que el placer nos hace felices, que estamos hechos para disfrutar, que hay que dar pasión, cariño, cuidado, atención y amar lo que hacemos, sólo que ella lo desmenuza y nos lo entrega para que lo experimentemos de otra manera, manera que nos sorprende y nos hace vibrar.
Ana nos transforma en seres extraordinarios dotados del don de la ubicuidad que bien podemos mirar desde la luna, la playa o de pronto nos encontramos sorprendidos viendo a los amantes desde una ventana cuando asumimos la forma de la lluvia.
Su narración didáctica potencia nuestros sentidos, nos enseña a disfrutar del más leve sonido, de los diferentes aromas del cuerpo, de los sabores de las frutas y las bebidas. Y, tal vez sin proponérselo ha hecho un efectivo manual, manual que bien podría llamarse Mil y un maneras de sentir y gozar.
En su libro nos dice cómo armar imágenes o iconos y nos muestra cómo
sentir a través de ellos, pues dichas imágenes sacuden y sensibilizan
nuestros sentidos.
De la misma manera nos enseña a escuchar la infinidad de elementos que nos rodean como fuentes de placer de donde podremos abrevar sin nunca cansarnos. Nos enseña que la observación atenta de la naturaleza, así como de nuestro cuerpo o el del ser amado o deseado, puede llevarnos por variadas sendas, y que la única condición para ello
es arriesgarnos a ser diferentes, a aprender nuevas formas de sentir, pues la rutina no es una forma de vida. Nos enseña y obliga a tener nuestros sentidos bien puestos y bien despiertos.
Ana se nutre y vive de y para las sensaciones y creo que sin proponérselo se describe a sí misma disfrazada de uno de sus personajes y nos dice como dedo índice: El toque del rey Midas lo daba yo. Cuanto tocaba, se convertía en oro. Tocaba sólo, nada palpaba. Tras
una larga soledad, decidí cambiar mi poder y el oro por la tibieza de una piel. Y desde entonces no hago más que gozar del privilegio de sentir y hacer sentir.
Y después como imaginación nos dice: ...tengo formas salvajes y atrevidas de aprovechar cada situación para hacerla placentera. Elucubro todo de la nada; combino sonidos, lugares, situaciones, personas, formas, texturas y ambientes, que entrego a las neuronas.
Ellas, al transmitir mis ideas, se lubrican, y en cada descarga, provocan descarga reacciones físicas en todo el cuerpo que responde a mis sugerencias.
Podríamos decir con toda seguridad que Ana no es la señora tentación (que tal vez sí lo sea), pero seguro es la Señora Sensación.
Rosa Ma. González Ramírez
Iconógrafa
Susana Bercovich - Psicoanalista
La escritura de Ana Cerón tiene un don poco habitual: hay allí una transmisión directa de la experiencia. Las palabras parecen pasar de su cuerpo, al lector. Un don que comparte con los poetas. En Iconos de placer, hay poesía. Ella hace hablar a los dedos, a la
espalda, a la mirada, para mostrarnos que nuestro cuerpo es antes que nada un cuerpo sexual, y que todo y cualquier cosa puede ser fuente erógena de placer. En este rasgo, y tal vez sin saberlo, Ana se acerca a los conceptos del psicoanálisis. El punto subversivo de la obra de Freud fue postular justamente el cuerpo como erógeno, en el auge de una Viena moralista y victoriana.
Iconos de placer me recuerda también al filósofo francés Michel Foucault, quien ha insistido a lo largo de su obra en la necesidad de multiplicar y diversificar los placeres, así como en la necesidad de inventar nuevas formas eróticas. Desafiando todo tabú, ideología y moral, Ana Cerón se aboca a transmitir el cultivo del placer. Por su modo de hacerlo, ella se asemeja también a una maestra griega ¿Por qué? Justamente Foucault opone el arte erótico de la antigua Grecia a la occidental ciencia sexual. En Grecia los sujetos no se clasificaban según sus gustos sexuales. La homosexualidad no sólo no era un problema, sino por el contrario: la relación maestro-discípulo incluía una erótica. Los griegos practicaban el arte erótico, que no es sino el arte de dar y recibir placer. En el arte erótico, para comprender hay que hacer, y no estudiar.
El racionalismo occidental hace del arte erótico una ciencia sexual. Ya no se tratará de la economía de los placeres, ahora se tratará de estudiar y clasificar las conductas y los gustos sexuales. El arte erótico habrá sido sustituido por la ciencia sexual. Entonces se
tratará de estudiar y ya no de hacer.
A la ciencia sexual se le suman los prejuicios de una religión judeocristiana que condenará el cuerpo y los placeres conjurándolos con la lógica de la culpa, el pecado y el sacrificio. En una especie de complicidad médico-religiosa, los seres serán clasificados según parámetros arbitrarios de salud-enfermedad. La sexualidad estará marcada por este acontecimiento, tanto la forma de practicarla como de pensarla y estudiarla. Así, el saber psicomédico clasificará a las personas según sus gustos sexuales “es perverso, es homosexual, es obsesivo”, endosamos al ser construcciones arbitrarias como si fueran
naturales. La ciencia habrá producido entonces la homosexualidad como un “desvío”, y con ella, todo un abanico psicopatológico del que nadie sale vivo.
Cada uno tiene una relación única y singular con el sexo. ¿Por qué es tan duro para la ciencia aceptar algo tan evidente? ¿Por qué la vía heterosexual sería mejor que la vía homosexual? Justamente, los Gay and Lesbian Studies (movimiento contestatario que surge en Estados Unidos desde la década de los cincuenta) hablan de la inexistencia de la sexualidad como una identidad, y en última instancia de lo ficticio de toda identidad. Los
trasvestis constituyen el botón de la muestra: la identidad sexual es un disfraz y se produce por imitación.
En la escritura de Ana hay una suerte de retorno a Grecia, su escritura es un retorno al arte erótico de los griegos, al cultivo de los placeres y a su transmisión. Nuestra relación con el saber ha cambiado. La pedagogía griega estaba íntimamente ligada a una erótica. La palabra griega “filosofía”, indica un eros en relación al saber. La relación del maestro con su discípulo era también una relación erótica.
Hoy estamos más lejos que nunca de Grecia: El saber se ha alejado del amor del que originalmente formaba parte. La pedagogía hoy es pensada absolutamente fuera del campo de la erótica, y resulta más que nunca una pedagogía adaptativa, censuradora, violenta y, aún con sus múltiples cursillos de educación sexual, puritana.
Nuestro modo de subjetivar la experiencia del saber y nuestra relación con él excluye hoy la dimensión amorosa. El divorcio entre la erótica y el saber no es sin consecuencias para la historia del pensamiento.
Nuestra relación con el sexo y con los cuerpos también ha cambiado. Ya Foucault decía que las formas según las cuales los sujetos se reconocen como sexuados nos son impuestas. La moral de los sistemas dominantes promueven, transmiten y aseguran los modelos construidos de normalidad, como imperativos del ser.
La moral de turno penetra en los cuerpos a través de múltiples lugares. Desde las pantallas televisivas, como un ojo hipnotizador, se imponen identidades y modos de deber ser que aceptamos gustosamente, que encarnamos inconscientemente. Damos cuerpo a los modelos: el ideal de belleza, la comida light, la potencia fálica del carro nuevo, el modelo de familia ideal que nos impone la telenovela, estamos impregnados de ideales del ser. La buena esposa-esclava que sirve corn flakes en las mañanas, nos enseña qué es ser una buena esposa; coca cola, símbolo de la amistad nos muestra qué es ser amigo. Hay una producción de identidades (cómo ser, hacer, comprar, vestir) que nos configuran. Las pantallas esculpen realidades y moldean nuestros gustos: la moral dominante rige nuestro modo de estar en el mundo y nuestro modo de vivir los cuerpos, el sexo y la vida.
La presencia del sexo en nuestra modernidad (pornografía, objetos sexuales, shop-sex, hot line, sexo virtual) lejos de expresar una liberación, resulta todo lo contrario. En nuestro liberal occidente moderno la sexualidad es virtual, solitaria y masturbatoria, no hay
encuentro entre los cuerpos.
La proliferación de esta suerte de ortopedia sexual, no muestra una liberación sexual, por el contrario habla de miedo, miedo al encuentro con otros. En ese sentido, el libro de Ana es contestatario de este orden de cosas.
Iconos de Placer justamente se sitúa en otro lado: al mostrar la diversidad infinita de las posibilidades del placer quiebra con toda idea de sumisión a un modelo preformativo, fijo, impuesto. No se trata de un libro de recetas, muy por el contrario, su se ocupa de abrir las ventanas para mostrarnos los infinitos universos a los que cada quien puede acceder. Somos invitados a un banquete magnífico de múltiples y diversos platillos, para que cada quien cultive sus propios gustos. La anfitriona abre siempre espacio para la particularidad de cada quien, y hay allí algo muy valioso.
Incluso diría que para Ana Cerón no existe un modelo de sexo ideal, ni siquiera encontramos el orgasmo como ideal sexual, pues todo lo concerniente a la búsqueda de placer será para ella ideal. Allí hay una radicalidad, su libro se sitúa fuera de todo ideal moral, publicitario, o de mercado. Como dicen los franceses: Ana no come de ese pan.
Es un hecho que nuestro modo de subjetivar la experiencia con el cuerpo y con el sexo ha cambiado. La distancia entre el saber y el amor ha operado en el cambio de nuestra relación con el sexo y con el cuerpo. Es en ese sentido que con Iconos de Placer Ana vuelve al estilo griego, vuelve a la práctica erótica en el gesto de reunir el saber con el amor. Así expresa ella su posición: “¿Sabía usted que el desinterés por conocer y experimentar priva de la alegría de compartir, probar y comprobar?”
Al confort intelectual, tan criticado por Foucault, se le opone la figura del intelectual que sale al mundo para descifrar este planeta que no está sólo hecho de palabras. Ana Cerón se sitúa dentro de estos últimos, ella sale al mundo y testimonia de su experiencia, que es su modo de ser y de estar en él. Y lo más valioso es que por su estilo directo, en esta transmisión ella no se engaña y tampoco nos engaña.
Susana Bercovich
Psicoanalista
Miembro de la École Lacanienne de Psychoanalyse.
Magíster por la universidad de Paris VIII, Paris, Francia.
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Textos breves con voz íntima. El cuerpo como mapa de placer. Lectura pausada para reconectar contigo.
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